domingo, 21 de mayo de 2017


“Tristes pueblos aquellos que no ríen”.
Alvaro Támara Higuera

En la depresión momposina, se encuentra la pequeña pero otrora calida población de, Lloró. Fundada, en 1657, por monjes agustinos, sus pobladores, campesinos pobres en su mayoría dedicados a la pesca, la ganadería y la agricultura, eran una gente calida pero amables orgullosos de la cumbia y el vallenato. Son recordadas, a nivel regional la famosa Feria de la Cumbia, que se celebraba antes de Semana Santa. Todos los domingos, sus actividades cotidianas eran asistir a misa en la hermosa Catedral de Lloró también realizar las compras semanales en el mercado o los más jóvenes comerse un raspado en el Parque Floral además de bailar por las noches en las pequeñas discotecas en la Calle de los Comerciantes. Lloró, era un pueblo feliz y apacible. La tragedia más grave fue el deslizamiento de tierra, que mato a más de diez personas, entre mujeres y niños ocurrida en 1967, ese día el resto del país, supo de la existencia de Lloró a través de los medios de comunicación regionales. El Heraldo, público la noticia a todos los habitantes de la Costa Caribe y los diarios capitalinos la registraron como noticia principal en la sección de Nación. ¡Esa era la primera vez, que escuchamos algo sobre Lloró!.

Digo, que era la primera vez, hasta que llego la violencia a Lloró y se llevo el alma de sus pobladores. El 24 de octubre de 1998, ocurrió un hecho que cambio la vida de Lloró para siempre. En camperos 4 x 4, marca Toyota, ingresaron por el sur del municipio hombres armados del frente, “Héroes de la Mojana”, de las Autodefensas Unidas de Colombia. Veinte hombres armados, comandados por “Aurelio”, ese día, comenzaron a llamar a todos los pobladores para reunirse en el Parque Floral, donde lista en mano condenaban a muerte a supuestamente cincuenta y cinco auxiliadores de la guerrilla, habían en la tenebrosa lista, viejos, niños y niñas, además de mujeres inclusive algunas embarazadas. Con tiro de gracia, fueron asesinados sin piedad además de degollamiento. Desde ese día, se conoció como la masacre de Lloró. El pueblo no volvió a ser el mismo que conocíamos. Muchos pobladores de Lloró se fueron de la región atemorizados por la masacre y los poquitos que se quedaron no volvieron a ser los mismos. Las campanas de la Catedral no volvieron a repicar más. Las vacas dejaron de pastar. Los locos dejaron de gritar. El Vallenato y la Cumbia dejaron de sonar. El baile dejo de sentirse. En los más de trescientos años de Lloró, nunca había tenido una tragedia tan triste tanto que los pobladores dejaron de reír, ya no eran campesinos calidos y amables sino que sus tristes expresiones faciales mostraban la tragedia de Lloró, como un testigo mudo de aquel luctuoso y terrible día.

¡Lloró no volvió a ser lo mismo!, el gobierno nacional, les llevo un concierto a los pocos pobladores, al cantante internacional, Manuel Martínez, premio Grammy latino 2008 y símbolo de la región para que volvieran a reír pero pocos asistieron. Lloró, sabia que las almas en pena rondaban las calles del pueblo exigiendo justicia como si todas las noches los visitaran recordándoles el tiro de gracia y el degollamiento de algunos penitentes también. ¡Hoy, los pocos habitantes de Lloró, exigen justicia esperando que vuelvan los tiempos felices que ya no son! pero todos, sabemos que Lloro nunca será lo mismo de antes. FIN.

Alvaro Támara Higuera
Facebook: Alvaro Támara Higuera
Twitter: @aethcolombia


Post a Comment: